divendres, 25 d’abril del 2008

La historia de Fingolfin (V)

Entonces Fëanor se levanto, y alzando la mano ante Manwë, maldijo a Melkor llamandolo Morgoth, Negro Enemigo del Mundo; y desde entonces y para siempre los Eldar solo lo conocieron por ese nombre.

Muchos alli se afligieron por el dolor de Fëanor, pero la perdida por el sufrida no era suya solamente; y Yavanna lloro junto al monticulo, temiendo que la Oscuridad devorara para siempre los ultimos rayos de la Luz de Valinor. Porque aunque los Valar aun no entendian del todo que pasaba, advertian que Melkor habia pedido ayuda a algo que procedia de mas alla de Arda.

Y Morgoth, libre otra vez, reunio a todos los sirvientes que pudo encontrar y se encamino a las ruinas de Angband. Alli cavo de nuevo unas vastas cavernas y mazmorras, y por encima de las puertas levanto las cumbres triples de Thangorodrim, y enrosco para siempre alrededor una espesa emanacion de humo oscuro. Las huestes de bestias y demonios llegaron a ser alli innumerables, y la raza de los Orcos, criada muchos años atras, crecio y se multiplico en la entrañas de la tierra.
Y forjo una gran corona de hierro, y se llamo a si mismo Rey del Mundo. Como señal de esto, engarzo en la corona los Silmarils.




Angband y las torres triples de Thangorodrim (click para ampliar)


Entonces, de pronto, aparecio Fëanor en la ciudad y convoco a todos a la ilustre corte del rey en la cima de Tuna.
Fëanor hablo sobre todo de Morgoth, con odio y colera, y sin embargo, casi todo cuanto dijo procedia de las mentiras de Morgoth mismo; pero Fëanor, transido de dolor por el asesinato de su padre y de angustia por el robo de los Silmarils, reclamo el reinado sobre todos los Noldor, desde que Finwë estaba muerto, y desprecio los decretos de los Valar.

Largamente hablo, instando siempre a los Noldor a que lo siguieran, y a ganar ellos mismos la libertad y grandes reinos en las tierras del este, antes de que fuera demasiado tarde; porque repetia las mentiras de Melkor, que los Valar los habian engañado y pretendian mantenerlos cautivos.

—Hermoso sera el fin —exclamo Fëanor—, aunque largo y aspero el camino! ¡Decid adios al sometimiento! ¡Pero decid adios tambien a la holgura! ¡Decid adios a los debiles! ¡Decid adios a vuestros tesoros! Porque iremos mas lejos que Oromë, soportaremos mas durezas que Tulkas: nunca dejaremos de intentarlo. ¡Tras Morgoth hasta el fin de la Tierra! Combatiremos contra el y nuestro odio sera imperecedero. Pero cuando lo hayamos conquistado y recuperemos los Silmarils, nosotros y solo nosotros seremos los señores de la Luz inmaculada y amos de la beatitud y la belleza de Arda. ¡Ninguna otra raza nos despojara!

Entonces pronuncio Fëanor un terrible juramento. Los siete hijos se acercaron a el de un salto y juntos hicieron el mismo voto, y rojas como la sangre brillaron las espadas al resplandor de las antorchas. Era un juramento que nadie puede quebrantar ni nadie ha de pronunciar, aun en nombre de Iluvatar, y pidieron para ellos la Oscuridad Sempiterna si no lo cumplian; y a Manwë nombraron como testigo, y a Varda, y a la montaña sagrada de Taniquetil, prometiendo perseguir con odio y venganza hasta el fin del Mundo a Vala, Demonio, Elfo u Hombre aun no nacidos, o a cualquier otra criatura, grande o pequeña, buena o mala, a la que el tiempo diese origen desde ahora hasta la consumacion de los dias, que guardara, tomara o arrebatara uno de los Silmarils de Fëanor.

Y los Noldor quedaron atados.