De Beren y Lúthien (IV)
En el momento en que Sauron arrojó a Beren al foso, un abismo de horror se abrió en el corazón de Lúthien; y al ir a Melian en busca de consejo, se enteró de que Beren estaba en las mazmorras de Tol—in—Gaurhoth sin esperanza de salvación. Entonces Lúthien, al ver que no tendría ayuda de nadie sobre la tierra, resolvió escapar de Doriath y ayudar ella misma a Beren; pero buscó la asistencia de Daeron, quien delató al rey lo que ella pretendía. Entonces Thingol sintió miedo y asombro; y porque no quiso privar a Lúthien de las luces del cielo por temor de que desmejorara y menguara, aunque quería impedir que partiese, hizo construir una casa de la que no podría escapar. No lejos de las puertas de Menegroth se erguía el más alto de todos los árboles del Bosque de Neldoreth, un bosque de hayas en la mitad septentrional del reino. Esta haya poderosa se llamaba Hírilorn, y tenía tres troncos, iguales de dimensión, de corteza tersa y extremadamente altos; las ramas se extendían muy por encima del suelo. Bien arriba, entre los tallos de Hírilorn, se construyó una casa de madera, y ahí se hizo morar a Lúthien; y las escaleras se retiraron y se guardaron, excepto sólo cuando los sirvientes de Thingol le traían lo que ella necesitaba.
Lúthien escapa de Hírilorn
Se cuenta en la Balada de Leithian cómo ella escapó de la casa de Hírilorn; porque recurrió a sus artes de encantamiento e hizo que los cabellos le crecieran muy largos, y con ellos tejió un vestido oscuro que la cubría como una sombra, y que estaba cargado con un hechizo de sueño. Con las hebras que quedaban trenzó una cuerda y la dejó caer desde la ventana; y cuando el extremo se meció sobre los guardianes que estaban sentados bajo el árbol, éstos cayeron en un profundo sopor. Entonces Lúthien abandonó aquella cárcel, y envuelta en la capa de sombras escapó a todas las miradas y desapareció de Doriath.
Dio la casualidad que Celegorm y Curufin habían ido de caza a la Planicie Guardada; y esto hicieron porque Sauron, entrado en sospechas, envió muchos lobos a las tierras de los Elfos. Por tanto los Elfos montaron los caballos y echaron, a correr junto con sus propios perros, y creían que antes de regresar tendrían nuevas del Rey Felagund. Ahora bien, el principal de los perros lobos que seguían a Celegorm se llamaba Huan. No había nacido en la Tierra Media, sino que venía del Reino Bendecido; pues Oromë se lo había dado a Celegorm en Valinor hacía mucho tiempo, y allí había seguido el cuerno de Celegorm, antes de la llegada del mal. Huan siguió a Celegorm en el exilio y le era fiel; y de ese modo también él quedó sometido a la maldición de dolor que pesaba sobre los Noldor; y se decretó que se toparía con la muerte, aunque no antes de encontrarse con el lobo más poderoso que hubiera andado por el mundo.
Fue entonces que Huan halló a Lúthien, que huía como una sombra sorprendida por la luz bajo los árboles, cuando Celegorm y Curufin descansaban por un momento cerca de los confines occidentales de Doriath; porque nada escapaba a la vista y el olfato de Huan, ni lo detenía ningún encantamiento, y no dormía ni de noche ni de día. La llevó a Celegorm, y Lúthien, al enterarse de que él era un príncipe de los Noldor y enemigo de Morgoth, se alegró; y declaró quién era dejando caer la capa. Tan grande fue la súbita belleza revelada bajo el sol, que Celegorm se enamoró de ella; pero le habló con tino, y le prometió que encontraría ayuda, si volvía con él a Nargothrond. No mostró en ningún momento que ya sabía de Beren y de su cometido, a los que ella se refirió, ni tampoco que el asunto le interesaba de cerca.
Así, pues, interrumpieron la cacería y volvieron a Nargothrond, y Lúthien fue traicionada; porque la retuvieron y le quitaron la capa y no se le permitió atravesar las puertas ni hablar con nadie, salvo con los hermanos, Celegorm y Curufin. Porque ahora, creyendo que Beren y Felagund habían caído prisioneros y nada ni nadie podía rescatarlos, se propusieron dejar morir al rey y retener a Lúthien y obligar a Thingol a conceder la mano de ella a Celegorm. De este modo crecerían en poder y se convertirían en los más poderosos príncipes de los Noldor. Y no tenían intención de recuperar los Silmarils por arte o por guerra, ni permitir que nadie más lo hiciese, en tanto no dominaran todos los reinos élficos. Orodreth no tenía poder para resistírseles, pues ellos gobernaban los corazones del pueblo de Nargothrond; y Celegorm envió mensajeros a Thingol con su apremiante petición.
Pero Huan, el perro, era de corazón fiel, y amaba a Lúthien desde el momento en que la había encontrado, y el cautiverio de ella lo apenaba. Por tanto, iba a menudo a la cámara de Lúthien, y a la noche yacía delante de su puerta; pues sentía que el mal había llegado a Nargothrond. Lúthien se sentía sola y hablaba a menudo con Huan, y le contaba de Beren, que era amigo de todos los pájaros y las bestias que no servían a Morgoth; y Huan la escuchaba. Porque comprendía el lenguaje de todas las criaturas dotadas de voz; pero sólo le estaba permitido hablar con palabras tres veces antes de morir.
Ahora bien, Huan concibió un plan de ayuda para Lúthien; y llegada la noche, le llevó la capa y por primera vez le habló dándole consejo. Entonces, por caminos secretos, la condujo fuera de Nargothrond, y huyeron juntos hacia el norte; y él se humilló y permitió que ella lo cabalgara a modo de corcel, como hacían a veces los Orcos sobre los grandes lobos. Y así avanzaron muy de prisa, pues Huan era rápido e infatigable.
Huan y Lúthien huyendo hacia el norte
En los fosos de Sauron yacían Beren y Felagund, y todos sus compañeros habían muerto ya; pero Sauron se proponía conservar a Felagund hasta el final, porque entendía que era un Noldor de gran poder y sabiduría, y creía que era él quien guardaba el secreto de la misión de los Elfos. Pero cuando el lobo vino en busca de Beren, Felagund recurrió a todo su poderío y rompió las ligaduras; y luchó con el licántropo y lo mató con dientes y manos; no obstante, él mismo estaba herido de muerte. Entonces le habló a Beren diciendo: —Me voy ahora a mi largo descanso en los recintos intemporales de más allá de las aguas y las Montañas de Aman. Transcurrirá mucho antes de que vuelva a ser visto entre los Noldor; y puede que no nos encontremos una segunda vez en la vida o en la muerte, porque los destinos de nuestras gentes se apartan. ¡Adiós!— Así murió Felagund en la oscuridad de Tol—in—Gaurhoth, cuya gran torre él mismo había construido. De esta manera el Rey Finrod Felagund, el más hermoso y el más amado de la casa de Finwë, cumplió su juramento; pero Beren se lamentó desesperado junto a él.
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