Mablung y Beleg acudieron de prisa en ayuda del rey, pero cuando vieron lo sucedido, arrojaron a un lado las lanzas y lloraron. Luego Mablung sacó un cuchillo y abrió el vientre del lobo; y por dentro parecía todo consumido, como si hubiera sido abrasado con fuego; aunque la mano de Beren que sostenía la joya estaba todavía intacta. Pero cuando Mablung iba a tocarla, la mano desapareció, y el Silmaril estaba allí desnudo, y las sombras del bosque retrocedían con la luz. Entonces Mablung, rápido y con miedo, la tomó, y la puso en la mano viva de Beren; y Beren se reanimó con el contacto del Silmaril, y lo sostuvo en alto, y le pidió a Thingol que lo recibiera. —Ahora mi misión está cumplida —dijo—, y mi destino ha sido forjado.— Y ya no habló nada más.
Cargaron a Beren Camlost hijo de Barahir sobre una litera de ramas con Huan el perro lobo a su lado; y cayó la noche antes de que hubieran regresado a Menegroth. A los pies de Hírilorn, la gran haya, Lúthien les salió al encuentro andando lentamente, y algunos llevaban antorchas junto a la litera. Allí abrazó a Beren, y lo besó, pidiéndole que la esperara más allá del Mar Occidental; y él la miró a los ojos antes de que el espíritu lo abandonara. Pero la luz de las estrellas desapareció, y la oscuridad cayó aun sobre Lúthien Tinúviel. Así terminó la Búsqueda del Silmaril; mas la Balada de Leithian, Liberación del Cautiverio, no termina.
Porque el espíritu de Beren, a requerimiento de Lúthien, se demoró en las Estancias de Mandos, resistiéndose a abandonar el mundo mientras ella no fuera a decir un último adiós a las lóbregas costas del Mar Exterior, en el que se internan los Hombres que mueren para no volver nunca más. Pero el espíritu de Lúthien se oscureció, y por último huyó volando, y su cuerpo quedo tendido sobre la hierba como una flor tronchada de súbito, y que por un tiempo no se marchita.
Entonces el invierno, como si fuera la edad cana de los Hombres mortales, descendió sobre Thingol. Pero Lúthien llegó a las Estancias de Mandos, donde están los sitios designados para los Eldalië, más allá de las mansiones del Occidente en los confines del mundo. Allí los que esperan se sientan a la sombra del pensamiento de los Eldalië. Pero la belleza de Lúthien era mayor que la de ellos, y tenía un dolor más profundo; y se arrodilló ante Mandos y le cantó.
Lúthien cantando ante la presencia de Mandos
La canción de Lúthien ante Mandos fue la más hermosa de las compuestas con palabras, y la más triste que nadie haya escuchado jamás. Inalterada, imperecedera, se la canta todavía en Valinor más allá de los oídos del mundo, y al escucharla los Valar se entristecen. Porque Lúthien compuso dos temas: el dolor de los Elfos y la congoja de los Hombres, los Dos Linajes que hizo Ilúvatar para que morasen en Arda, el Reino de la Tierra, en medio de las estrellas innumerables. Y cuando Lúthien se arrodilló a los pies de Mandos, sus lágrimas cayeron como la lluvia sobre la piedra, y Mandos se conmovió, él que nunca así se conmoviera antes, y que nunca así se conmovió después.
Por tanto, convocó a Beren, y como Lúthien se lo había dicho a la hora de la muerte, volvieron a encontrarse más allá del Mar Occidental. Pero Mandos no tenía poder para retener a los espíritus de los Hombres muertos dentro de los confines del mundo, después de que esperaran un tiempo; ni podía cambiar el destino de los Hijos de Ilúvatar. Por tanto fue ante Manwë, Señor de los Valar, que gobernaba el mundo bajo la égida de Ilúvatar; y Manwë buscó consejo en lo más íntimo de su propio pensamiento, donde se revelaba la voluntad de Ilúvatar.
Esta es la alternativa que ofreció a Lúthien. Por causa de sus fatigas y sus dolores, podría abandonar a Mandos, e ir a Valinor, para morar allí hasta el fin del mundo entre los Valar, y olvidar todas las penas. Allí no la seguiría Beren. Porque no les estaba permitido a los Valar evitarle la Muerte, que es el don de Ilúvatar a los Hombres. Pero la otra elección posible era la que sigue: regresar a la Tierra Media y llevar consigo a Beren para morar allí otra vez, mas sin ninguna seguridad de vida o de alegría. Ella se volvería entonces mortal, y estaría sometida a una segunda muerte, lo mismo que él; y antes de no mucho abandonaría el mundo para siempre, y su belleza no sería más que un recuerdo en el canto.
Este destino eligió Lúthien, abandonando el Reino Bendecido, y olvidando todo parentesco con los que allí moran; así, cualquiera fuera el dolor que tuvieran por delante, el nado de Beren y Lúthien sería siempre el mismo, y los dos senderos irían juntos más allá de los confines del mundo. Así fue que sólo ella entre todos los Eldalië murió realmente, y dejó el mundo mucho tiempo atrás. No obstante, con su elección los Dos Linajes se unieron; y aunque el mundo haya cambiado, ella fue la precursora de muchos en quienes los Eldar ven todavía la imagen de Lúthien, la amada, a quien han perdido.
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